Nuestro menú semanal

octubre 17, 2016


Mientras el frío va llegando despacio y el otoño se hace cada vez más presente, empezamos a consolidar rutinas y a trabajar de forma más intensa en esos propósitos que nos marcamos al iniciar el curso en septiembre. Seguir un menú semanal para organizar las comidas de la semana era algo a lo que hacía tiempo que dábamos vueltas. De hecho, lo habíamos intentado implementar en más de una ocasión, aunque sin demasiado éxito, pues a los pocos días todas esas buenas intenciones quedaban siempre en el olvido... Por esa razón, lo que nos hemos propuesto esta vez es un método que nos sirva de guía, que nos permita planificar las comidas con cierta flexibilidad pero evitando caer en las improvisaciones de última hora, elaborar una lista de la compra sana y equilibrada y organizar qué alimentos debemos tener en la despensa para preparar las recetas de esos 7 días. Con ello, no sólo buscamos comer mejor, más sano, sino también hacer que la planificación de la compra se vuelva una tarea más sencilla y, al mismo tiempo, evitar acumular y comprar más cantidad de comida de la necesaria para no desperdiciarla.

Para dar forma a nuestro menú semanal, partimos de algo bien sencillo. Hemos establecido un esquema básico de las comidas de la semana según las veces que queremos consumir cada grupo de alimentos (verduras y hortalizas, legumbres, arroz y pasta, carne, pescado, huevos...) y esto lo hemos hecho en función de la frecuencia considerada recomendable. Por ejemplo, si queremos consumir pescado y marisco 2 ó 3 veces por semana, estableceremos comer pescado los lunes, miércoles y viernes. De esta forma nos aseguramos que no dejamos de consumir ninguno por falta de planificación. Además, le damos el orden que mejor se ajusta a los horarios y ritmos de nuestra familia, por lo que no hay lugar para las excusas. A partir de este esquema general, donde ya hemos marcado qué grupo de alimentos consumiremos cada día y en cada momento (comida/cena), lo único que tenemos que hacer es sacar unos minutos al final de la semana para sentarnos y pensar los platos de la siguiente, eligiendo los alimentos de cada uno de los grupos. Siguiendo con el ejemplo anterior, podríamos decir que: los lunes cenaremos dorada al horno, los miércoles marisco y los viernes, salmón a la plancha.

Con este simple gesto, planificar las comidas se ha vuelto mucho más fácil. Ahora sólo tenemos que mirar el esquema general y colocar cada plato en su lugar, recurriendo a aquello que cocinamos de forma habitual, a ese cuaderno que vamos llenando de recetas pendientes de probar o algún blog o libro de cocina para llenarnos de inspiración. Ésto no sólo nos permite comer de forma más equilibrada porque vamos variando las recetas que cocinamos, sino también evitar caer en la rutina y retarnos a probar cosas nuevas, disfrutando aún más de la cocina. Hecho ésto, lo único que queda es organizar cómo haremos la compra para tener todo lo que necesitaremos. Aún así, como sabemos que es muy posible que se produzcan contratiempos e imprevistos, hemos dejado en blanco las comidas del fin de semana, los días más variables. Es un sistema de lo más simple y lógico, pero nos está funcionando tan bien que nos apetecía compartirlo. De momento, hemos superado la barrera de los 21 días, el tiempo que algunos expertos consideran necesario para que mente y cuerpo se acostumbren a un cambio y así, consolidarlo como un hábito. Veremos si somos capaces de cumplirlo a largo plazo!


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